lunes

Como fue Asesinado Rodrigo Lara Bonilla

Falla el primer atentado
Corría el mes de Abril de 1984. El lugar, un hospedaje conocido como Hotel Bacatá.

Tres hombres se registraban con los nombres de Byron de Jesús, Carlos Mario, cuyo verdadero nombre era Iván Darío Guisao Álvarez, y el otro sujeto, Rubén Darío Londoño alias "Juan Pérez". Los tres personajes en la tarde del 27 de abril salieron del hotel.

Darío Londoño, les entregó a sus dos conocidos un Renault 12 de color verde, dos chalecos antibalas, un juego de armas y una granada de fragmentación por si tenían problemas. Su objetivo era "matar a un señor de Mercedes blanco quien supuestamente había robado a Juan Pérez, dos kilos de perica". Fue así como Byron de Jesús y CarlosMario salieron hacia la oficina del señor del Mercedes Blanco (Ministro de Justicia) y él no estaba allí.

Al ver frustradas sus intenciones decidieron salir hacia la ciudad de Medellín y acordaron encontrarse el domingo 29 de Abril un día antes de cometer el crimen.

La Vencida

Un día antes de celebrarse la fiesta de las madres, a las 7: 30 de la mañana, repicó el teléfono de la residencia ubicada en la calle 125 número 43 -53. Se trataba de uno de los altos mandos militares. Éste último, angustiado, le informó al ministro que los servicios de inteligencia detectaron un atentado contra su vida.

Pese a las advertencias, las amenazas se convirtieron en rutina para el prominente funcionario del estado. En ese momento, Lara Bonilla optó por cancelar el viaje que tenía programado esa tarde a Pereira.

No obstante, el ministro todo el día estuvo intranquilo. Se asomaba por la ventana de su oficina mientras le dictaba una carta a su secretaría . Ese mismo día ordenó hacia la 4: 30 P. M. que registraran a toda persona que entrara al edificio. Su esposa Nancy pasó coincidencialmente por la oficina de su esposo pero no quiso molestar.

Entonces conversó unos minutos con las secretarias y comentó jocosamente que estaba vestida como una viuda. Nunca corrió por su mente que esas palabras dichas el primero de mayo serían ciertas. Después de beber agua en cantidades, el hombre más aborrecido por la mafia salió de su oficina hacia las 6:30 P. M., rumbo a casa, para dirigirse con su esposa a la fiesta de grado de María Bahamón, hija de unos paisanos. Domingo Velásquez arrancó como siempre, acompañado de dos carros escoltas; una camioneta gris Toyota Land Crusier, y una blanca. Esta última encabezaba la caravana y le correspondía escoger todos los días la ruta.

En algunas ocasiones tomaban la carrera séptima, la calle cien, la avenida Suba, para saludar pronto a su hijo. También existían otras alternativas, como la Pepe Sierra y la 127. Esa noche, a media cuadra del ministerio, Lara ordenó cambiar de ruta y que cogieran la circunvalar, para llegar a casa y de esta manera cumplir con el compromiso. Mientras lo anterior sucedía, los sicarios, cazadores frustrados, salían a las seis de la tarde por su presa. Llegaron al ministerio y como no estaba el Ministro, Carlos Mario se inclinó a recorrer las calles de la ciudad en busca de su objetivo. Sin saber lo que vendría más tarde, Velásquez obedeció las instrucciones al pie de la letra. Siguiendo las claves usuales para la variación, hizo sonar el pito y simultáneamente realizó el cambio de luces, con lo cual su compañero y escolta delantera comprendió que no debía bajar a la carrera séptima, sino subir y tomar la circunvalar.

Sobre la calle 77 tomaron la carrera séptima hasta llegar a la altura de la fundación Santa Fe. En ese momento la escolta delantera ordenó bajar por la calle 119 hasta la paralela del ferrocarril del norte, que los llevo hasta la 127. Chocaron de frente con un descomunal trancón causado por dos carros varados. La escolta guía giró a la derecha para esquivar el nudo, entrando al barrio conocido como La Carolina, de esta forma lograron salir del contratiempo una cuadra mas abajo, para luego retomar la 127.

Dentro del carro, Lara se comunicó con su hogar preguntándole a Oliva , la empleada del servicio, sobre su esposa -" No, no ha llegado" -

respondió ella -. " Dígale tan pronto llegue que ya voy para allá, aunque hay algunos trancones". Siguió la caravana; se encontraron con otro nudo vehicular, "¡Velásquez, sálgase, sálgase rápido!", ordenó el ministro. Así el Mercedes blanco esquivó el nudo y continuó su marcha por la 127; solamente con un carro de escolta custodiándole la espalda. Los sicarios seguían en busca de su blanco, según relató uno de ellos al fiscal "Lo encontramos y lo esperamos" la romería continuaban su marcha por la 127, paralela al caño el contador. De repente el estruendoso ruído producido por una granada, se escuchó en el lugar. "¡acelere al máximo sin mirar atrás!" dijo el jefe de escoltas. Entonces el guardaespaldas que estaba sentado al lado del conductor, disparó su arma por el lado derecho primero, y luego apuntó hacía adelante. ¡Virgen Santísima! Esas fueron las únicas palabras que pronunció Velásquez Arenas durante el tiroteo. Su única obsesión era llevar al Ministro sano y salvo su casa , y estaban a cinco cuadras de ella. Él pensaba que nada malo sucedía.

Solo a dos cuadras de su destino final, miró por el retrovisor y vio al ministro tendido a la izquierda, quien no pronunciaba palabra alguna. Tampoco observó sangre. "Por fin el susto pasó. Llegamos sanos y salvos", pensó Velásquez, quien se llevo la desilusión más grande de su vida al ver la impotencia de sus actos para salvar la vida de su jefe; pues siete de las 25 balas acabaron en segundo y medio con la vida de quien fuera la piedra en el zapato de los extraditables.

La Plomacera

Cuenta Byron de Jesús que Carlos Mario le dijo que se acercara al Mercedes blanco.

De repente escuchó unos tiros y vio como su compañero tomaba afanosamente los manubrios de la motocicleta y aceleraba, mientras un carro escolta los perseguía. El parrillero accionó una ametralladora Ingram calibre 45, tal y como le enseñaron en la escuela de sicarios liderada por el judío Isaac Guttnam Estember. Esto fue una persecución digna de Hollywood.

Los victimarios y sus perseguidores se volaron el semáforo de la avenida Suba. El Toyota con motor de persecución estaba cerca de su blanco. Carlos Mario, el parrillero de la moto que manejaba Byron, se sentía acorralado. Arrancó el seguro de la granada y la arrojó, con tan mala suerte que no le dio al vehículo pero si perdieron el equilibrio. Ambos se cayeron, rodaron por el suelo humedecido por la lluvia al intentar tomar la dirección que conduce a las Colinas de Suba. Darío Guizao Álvarez (Carlos Mario), murió por las múltiples fracturas en el cráneo, como consecuencia de la caída. Byron de Jesús Arenas, resultó herido cuando la moto le cayó encima en un brazo, momentos antes de que se produjera la primera captura de los asesinos motorizados con la modalidad del sicariato en Colombia.

vinculo

http://www.colombiaya.com/Articulos/congestionadavia.pdf.

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